Maddy, la niña más buscada del mundo
En este momento todos deben conocer la historia de la niña que desapareció el tres de mayo en una localidad turística de la costa de Portugal. Madeleine McCann, quien cumplió cuatro años poco después de haber sido declarada desaparecida, se ha convertido desde hace cinco meses en la protagonista de un misterio propio de una novela de Agatha Christie.
Maddy, como la llamaban, era la mayor de tres hermanos de un matrimonio británico acomodado. Kate y Gerry, ambos médicos, cenaban con unos amigos en un restaurante a unos 60 metros del apartamento que alquilaron para pasar las vacaciones con sus hijos, cuando Maddy desapareció.
Al principio se especuló que Maddy habría sido víctima de secuestradores profesionales, que reclamarían una cuantiosa cantidad de dinero como rescate. Sin embargo, no hubo petición alguna al respecto, a pesar de que el poso donado -“Fondo Madeleine”, donde contribuyeron figuras como J. K. Rowling, David Beckham, Cristiano Ronaldo y Wayney Rooney- sobrepasó hace mucho los cinco millones de dólares.
Así, el caso de Madeleine McCann conmocionó primero a la opinión pública de los países involucrados, Portugal y Gran Bretaña, pero conforme pasaron los días (que se transformaron en semanas y luego en meses) el caso fue trascendiendo las fronteras de Europa hasta llegar a los lugares más recónditos del planeta.
Hipótesis cercanas
Otro sería el panorama, sin embargo, si la niña hubiera sido secuestrada por una red internacional involucrada en el comercio de vídeos pornográficos o de trata de niñas. Pero raptar a una inglesa de clase acomodada en un país extranjero trae consigo graves consecuencias, como la atención internacional actual, que desanimaría a cualquier secuestrador al correr un riesgo tan alto.
Tendría un mayor sentido si se tratara de un solo delincuente sexual. Esta fue la hipótesis que se barajó en un inicio, cuando se señaló como principal sospechoso a Robert Murat, un británico residente en Portugal que calzaba a la perfección: convive con su madre de 71 años en un chalet de Praia da Luz, muy cercano al lugar donde se cree que Madeleine fue secuestrada, en trámites de divorcio y sin contacto con su hija, de apariencia y edad similar a Madeleine. El tiempo, sin embargo, se ha encargado de descartar a Murat, por lo que algunos lo ven como “la víctima olvidada”.
En caso de haber sido secuestrada por algún malvado abusador sexual, las posibilidades de encontrar a Maddy son casi nulas (el reciente caso de Natacha Kampusch, en Viena, es sin duda una excepción a la regla) ya que ningún pederasta se arriesgaría a liberar a su víctima y, más bien, se apresuraría en acallarla.
Finalmente, la última hipótesis señala a los padres de la niña, que en la actualidad han sido declarados sospechosos oficiales. En un primer momento se habló de somníferos suministrados a Maddy (ambos son médicos) y luego de indicios forenses que señalaban a la madre -olor a cadáver, rastros de sangre en el auto alquilado semanas después, ADN, declaraciones en el diario íntimo de Kate donde calificaba de “histérica” a Maddy- como presunta responsable de la “muerte accidental” de la pequeña.
Esta sería la hipótesis que ha capturado la imaginación del mundo entero, excepto por los familiares y allegados al matrimonio, que sigue afirmando desconocer el paradero de su hija. Lo cierto es que la campaña mediática para traer de regreso a casa a Maddy ha alcanzado dimensiones inusitadas, al punto de que Kate y Gerry fueron recibidos por el propio Papa Benedicto XVI.
Pistas falsas
Todo cambió cuando, a mediados de setiembre, Maddy fue vista al norte de Marruecos por una turista española, quien atinó a tomarle una foto a una mujer de apariencia musulmana que cargaba a una niña al parecer idéntica. De inmediato la fotografía dio la vuelta al mundo y la interrogante creció en torno al caso. Todos se preguntaron si la niña de la foto era o no la desaparecida.
Grande fue el fiasco cuando al día siguiente un periodista gráfico viajó a la ciudad marroquí de Zinat y confirmó que la niña, si bien se le parecía mucho, no era Madeleine McCann, sino Bushra Binhisa, de cinco años, hija de un campesino local. Tras recibir la noticia, Kate y Gerry afirmaron estar “devastados”.
El “culebrón” entonces siguió su curso y actualmente la hipótesis sigue señalando a los padres como sospechosos. Si bien parece la hipótesis más coherente -y hace recodar aquello de enredarnos en nuestras propias mentiras- todavía faltan muchos cabos por unir y muchas preguntas por responder.
Mientras tanto, los padres insisten en su inocencia y en buscar a la niña alrededor del mundo. Algunos afirman que han llegado hasta a contactar algún médium para hallar a la pequeña. Por si las dudas, se han puesto en manos del mismo abogado que defendió a Augusto Pinochet. La policía portuguesa afirma que de encontrar el cadáver “se podría resolver preguntas sin respuesta”. Se anuncian más campañas mediáticas y se avecinan más noticias al respecto.
Maddy, como la llamaban, era la mayor de tres hermanos de un matrimonio británico acomodado. Kate y Gerry, ambos médicos, cenaban con unos amigos en un restaurante a unos 60 metros del apartamento que alquilaron para pasar las vacaciones con sus hijos, cuando Maddy desapareció.
Al principio se especuló que Maddy habría sido víctima de secuestradores profesionales, que reclamarían una cuantiosa cantidad de dinero como rescate. Sin embargo, no hubo petición alguna al respecto, a pesar de que el poso donado -“Fondo Madeleine”, donde contribuyeron figuras como J. K. Rowling, David Beckham, Cristiano Ronaldo y Wayney Rooney- sobrepasó hace mucho los cinco millones de dólares.
Así, el caso de Madeleine McCann conmocionó primero a la opinión pública de los países involucrados, Portugal y Gran Bretaña, pero conforme pasaron los días (que se transformaron en semanas y luego en meses) el caso fue trascendiendo las fronteras de Europa hasta llegar a los lugares más recónditos del planeta.
Hipótesis cercanas
Otro sería el panorama, sin embargo, si la niña hubiera sido secuestrada por una red internacional involucrada en el comercio de vídeos pornográficos o de trata de niñas. Pero raptar a una inglesa de clase acomodada en un país extranjero trae consigo graves consecuencias, como la atención internacional actual, que desanimaría a cualquier secuestrador al correr un riesgo tan alto.
Tendría un mayor sentido si se tratara de un solo delincuente sexual. Esta fue la hipótesis que se barajó en un inicio, cuando se señaló como principal sospechoso a Robert Murat, un británico residente en Portugal que calzaba a la perfección: convive con su madre de 71 años en un chalet de Praia da Luz, muy cercano al lugar donde se cree que Madeleine fue secuestrada, en trámites de divorcio y sin contacto con su hija, de apariencia y edad similar a Madeleine. El tiempo, sin embargo, se ha encargado de descartar a Murat, por lo que algunos lo ven como “la víctima olvidada”.
En caso de haber sido secuestrada por algún malvado abusador sexual, las posibilidades de encontrar a Maddy son casi nulas (el reciente caso de Natacha Kampusch, en Viena, es sin duda una excepción a la regla) ya que ningún pederasta se arriesgaría a liberar a su víctima y, más bien, se apresuraría en acallarla.
Finalmente, la última hipótesis señala a los padres de la niña, que en la actualidad han sido declarados sospechosos oficiales. En un primer momento se habló de somníferos suministrados a Maddy (ambos son médicos) y luego de indicios forenses que señalaban a la madre -olor a cadáver, rastros de sangre en el auto alquilado semanas después, ADN, declaraciones en el diario íntimo de Kate donde calificaba de “histérica” a Maddy- como presunta responsable de la “muerte accidental” de la pequeña.
Esta sería la hipótesis que ha capturado la imaginación del mundo entero, excepto por los familiares y allegados al matrimonio, que sigue afirmando desconocer el paradero de su hija. Lo cierto es que la campaña mediática para traer de regreso a casa a Maddy ha alcanzado dimensiones inusitadas, al punto de que Kate y Gerry fueron recibidos por el propio Papa Benedicto XVI.
Pistas falsas
Todo cambió cuando, a mediados de setiembre, Maddy fue vista al norte de Marruecos por una turista española, quien atinó a tomarle una foto a una mujer de apariencia musulmana que cargaba a una niña al parecer idéntica. De inmediato la fotografía dio la vuelta al mundo y la interrogante creció en torno al caso. Todos se preguntaron si la niña de la foto era o no la desaparecida.
Grande fue el fiasco cuando al día siguiente un periodista gráfico viajó a la ciudad marroquí de Zinat y confirmó que la niña, si bien se le parecía mucho, no era Madeleine McCann, sino Bushra Binhisa, de cinco años, hija de un campesino local. Tras recibir la noticia, Kate y Gerry afirmaron estar “devastados”.
El “culebrón” entonces siguió su curso y actualmente la hipótesis sigue señalando a los padres como sospechosos. Si bien parece la hipótesis más coherente -y hace recodar aquello de enredarnos en nuestras propias mentiras- todavía faltan muchos cabos por unir y muchas preguntas por responder.
Mientras tanto, los padres insisten en su inocencia y en buscar a la niña alrededor del mundo. Algunos afirman que han llegado hasta a contactar algún médium para hallar a la pequeña. Por si las dudas, se han puesto en manos del mismo abogado que defendió a Augusto Pinochet. La policía portuguesa afirma que de encontrar el cadáver “se podría resolver preguntas sin respuesta”. Se anuncian más campañas mediáticas y se avecinan más noticias al respecto.
Pedro Casusol
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